Por Mónica Tercero Barro
La educación y sus actores en comunidad educativa tendrán un antes, durante y después de la actual emergencia y sus secuelas en la humanidad.
Anterior a la pandemia, la mayoría de los modelos educativos ya insistían en la importancia del trabajo colaborativo escuela-padres-alumno.
Se trata de una de las claves para lograr una enseñanza integral y adecuada, recalcando también al alumno como el protagonista y beneficiario del aprendizaje.
Se encuentra ya demostrado que el correcto desarrollo emocional e intelectual del alumno se ve fortalecido por la participación activa de las tres partes.
Durante mucho tiempo, fue posible (aunque no ideal) que los diferentes actores realizaran su trabajo a diferentes ritmos o cayera toda la responsabilidad en uno o dos involucrados.
Los retos que presenta la escuela al incursionar en un sistema virtual y después híbrido requieren de actualizaciones, hardware y software actualizados que respondan a las necesidades virtuales de vanguardia.
Existe también la necesidad de comités de padres y maestros encargados de aplicar las medidas sanitarias necesarias para la seguridad de toda la comunidad educativa.
Maestros y alumnos debemos ser sensibles y empáticos a las dificultades económicas que enfrentan los padres además del trabajo en confinamiento que la mayoría realiza.
Se debe poner énfasis en la salud emocional del estudiante que se ha tenido que adaptar a situaciones diferentes a las idóneas para su desarrollo psíquico e intelectual.
En la realidad actual, la escuela ahora se hace desde casa y con la familia. El docente es el que «llega a casa» a ser colaborador, guía, facilitador y partícipe de los conocimientos y del aprendizaje.
Hoy más que nunca, el conocimiento debe ser útil. Interesante humanizado y significativo enfocado a las necesidades actuales.
El niño es por naturaleza inquieto y activo: no puede permanecer sentado frente a una computadora durante horas sin comprender la naturaleza e importancia del aprendizajes.
El padre, la madre de familia y hasta los abuelos se vuelven facilitadores, etiqueta que ya pertenecía al docente.