La educación emocional enseña a niños y niñas a reconocer y controlar sus emociones. Cuando trabajas esto en las aulas, logras que niños y niñas estén más motivados y potencias su desarrollo intelectual.
Busca actividades para trabajar el aspecto corporal y compararlo con las emociones, por ejemplo, sentir mariposas en el estómago, un vacío en el interior, la sudoración de la manos o cabeza, sentir la cabeza explotar, etc.
Es una forma en que niños y niñas pueden percibir y entender cómo el cuerpo y las emociones están totalmente conectadas. ¡Es de suma importancia que los niños aprendan a autorregular su conducta!
Para ello, lleva a cabo actividades de relajación, como respiraciones lentas y profundas que les permitan calmarse.
Asimismo, identificar la emoción que están sintiendo en ese momento. Puedes incluir música clásica para fortalecer y mantener la relajación.
Actividades físicas que impliquen movimiento, concentración y empleo de energía pueden contribuir a liberar emociones y a hacer conciencia sobre la situación.
De este modo, niñas y niños comprobarán que la acción conduce a la calma, a la identificación de emociones y a la identificación de éstas.
Presenta juegos que les permitan actuar, expresar, nombrar y reconocer emociones, ayudándolos a entender las propias emociones y las de sus compañeros.
Con los ejercicios dirigidos se puede cambiar el estado físico de los alumnos y, por tanto, también el estado emocional, contribuyendo al aprendizaje significativo y la autorregulación de la conducta.
Estimula a niños y niñas a expresar sus emociones a través de dibujos, de la escritura o a través de colores, favoreciendo el reconocimiento de las emociones propias y de los demás.
Es preciso que, desde edades tempranas, a niñas y niños se les proporcionen herramientas que les permitan descubrir, reconocer y autorregular sus emociones.