En 1975, tanto la UNESCO como la UNEP (Medio Ambiente), dos ramas de la ONU, lanzaron conjuntamente el Programa Internacional de Educación Ambiental.
Una iniciativa que lleva conciencia medioambiental a las aulas, haciendo que el respeto a la naturaleza y el desarrollo sostenible sean parte de los valores escolares.
La Declaración de Tesalónica, firmada en 1997, pretendía impulsar las iniciativas en la educación formal, no formal e informal.
Y justamente en esa última, es en donde se adapta una gran herramienta: juegos de mesa y videojuegos.
¡El juego es tan imprescindible para los niños como para muchos adultos!
Una de cada tres personas los usa o gusta de ellos, de ahí que se convirtieran en un excelente aliado para los objetivos de la educación ambiental.
En 2019, la UNEP reclutó el apoyo de 21 compañías de videojuegos para lanzar la Alianza Playing for the Planet, con ocasión de la celebración de la cumbre del clima en Nueva York.
Así, empresas que llegan a 1,000 millones de jugadores se comprometieron a integrar objetivos medioambientales en sus productos y operaciones.
¿El objetivo? Reducir 30 millones de toneladas de emisiones de CO2 para 2030.
La crisis climática se ha abordado a través de los videojuegos, tanto en los “serious games” como en franquicias populares como SimCity o Civilization.
Existen múltiples opciones para la educación medioambiental en juegos de mesa nunca pierden su vigencia.
Como Enviropoly, un juego de tablero, dado y cartas que admite cinco o seis jugadores, pero que puede adaptarse a clases de 20 a 25 escolares divididos en grupos.
En éste, los jugadores se encuentran con situaciones cotidianas que ejercen un impacto positivo o negativo en el medio ambiente, sobre las cuales deben reflexionar y responder preguntas.
Al final del juego, los participantes tendrán una mejor comprensión de la importancia de ahorrar recursos, reciclar y conservar los recursos naturales.