¿Por qué el cielo es azul? Esa pregunta todos nos la hemos hecho.

Por: Colegio Cuernavaca

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El cielo es azul y vamos a saber por qué.

Tal vez la pregunta científica que los niños formulan con más frecuencia a sus padres es esta: por qué el cielo es azul. Un enigma que, por cierto, resolvió el físico John Tyndall en 1860.

Nacido en la pequeña localidad de Leighlinbridge un 2 de agosto de 1820, Tyndall fue un científico lleno de curiosidad por muchos temas!

Sobre la anestesia, el efecto invernadero, esterilización de los alimentos, la primera escalada del monte Weisshorn, los principios de la fibra óptica o la levitación magnética…en todo eso tuvo que ver John Tyndall.

Tuvo una carrera como físico reputado gracias a sus estudios sobre el diamagnetismo, la repulsión en la que se basan los superconductores o los trenes de levitación magnética. 

Michael Faraday llegó a convertirse en su mentor, y sus contribuciones más originales fueron en el campo de la energía radiante (más tarde llamada infrarroja) de los gases.

¿Y entonces por qué el cielo tiene ese color?

Como decíamos, Tyndall explicó por qué el cielo es azul en la década de 1860, siendo profesor de física en la Royal Institution de Londres.

En sus investigaciones sobre la energía radiante del aire, construyó un tubo de vidrio que simulaba la atmósfera, con una fuente de luz blanca en su extremo que actuaba como sol. 

Y observó que, a medida que introducía humo en el tubo, el haz de luz se veía azulado desde el lateral del tubo, pero rojizo desde el extremo opuesto a la fuente.

Aquel fenómeno le indujo a proponer que las partículas de polvo y vapor de la atmósfera dispersaban la luz azul, que llegaba a nuestros ojos. 

Hoy sabemos que el azul se dispersa más por su menor longitud de onda, mientras que el rojo penetra más por ser la onda más larga de la luz visible. 

Cuando el recorrido de la luz a través del aire aumenta, como ocurre al amanecer y al atardecer con el sol más bajo, el azul se dispersa antes de llegar a nuestra línea visual y observamos la dispersión del rojo. Curiosamente, Tyndall acertó equivocándose.

El hoy llamado efecto Tyndall describe este fenómeno de dispersión en fluidos de finas partículas, pero lo que vemos en el cielo es realmente la llamada dispersión de Rayleigh, provocada por las propias moléculas del aire con tamaños muy inferiores a la longitud de onda de la luz (y no por las partículas de polvo, bastante más grandes). 

Un tecnicismo que no impide que papás del mundo estén agradecidos con el genio de Tyndall.

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