La Revolución Mexicana ni es todo lo bueno que se dice ni todo lo malo. Muchos aspectos convergieron en ese conflicto que, a la larga, provocó fuertes cambios en el país.
Un domingo 20 de noviembre de 1910, a las seis de la tarde, iniciaba el levantamiento armado convocado por Francisco I. Madero para poner fin al gobierno de Porfirio Díaz y establecer elecciones libres y democráticas.
Así lo estableció en el llamado Plan de San Luis, proclamado por Madero desde su exilio en San Antonio, Texas.
En dicho manifiesto denunciaba los abusos del régimen porfirista y ofrecía, entre otros proyectos, restituir a los campesinos los terrenos que les habían sido arrebatados arbitrariamente.
La apelación al apoyo rural significó que los campesinos se sumaran de manera unánime al alzamiento maderista, al igual que los indígenas y los mestizos.
Después de las elecciones de octubre de ese año, elevó a Francisco I. Madero a la Presidencia, en lo que fue la primera etapa de la Revolución Mexicana.
Al serio problema de la distribución de la tierra, se sumaba la situación de miseria de los campesinos, que estaban prácticamente sometidos al poder de los grandes terratenientes.
Se les regulaba el salario y, a través de las llamadas tiendas de raya, les proporcionaban el alimento y el vestido al precio que deseaban.
El movimiento revolucionario continuó los siguientes años con descontentos entre las distintas facciones que lo iniciaron.
Uno de ellos fue Emiliano Zapata, quien al frente del Ejercito Libertador del Sur, reclamaba a Madero haber incumplido lo ofrecido en cuanto a la devolución de tierras a las comunidades agrarias de Morelos.
En tanto en Chihuahua, Pascual Orozco acusaba al presidente de corrupción y traición al país.
Madero fue víctima de la asonada militar conocida Decena Trágica, ocurrida a partir del 9 de febrero de 1913.
Se considera que la promulgación de la Constitución de 1917 puso fin a la Revolución Mexicana, aunque la lucha se prolongó más tiempo, antes de que el país se estabilizara.
A la fecha, el campo sigue siendo pobre y poco productivo, aunque hay ciertas excepciones. Lo cierto es que, al final, ese episodio histórico sólo quedó para los libros de texto y en discursos llenos de demagogia.