Algunas generaciones se acostumbraron a no recibir besos, caricias y abrazos, pero hoy sabemos que los abrazos diarios contribuyen al sano desarrollo de los niños, que luego se convertirán en adultos con una alta autoestima.
¡Y la ciencia está estudiando este fenómeno!
Los abrazos son un elemento básico de comunicación entre padres e hijos, ayuda al desarrollo de un apego sano que termina por impactar tanto la salud física como la salud mental de los más pequeños.
No cabe duda que generan una sensación placentera en quien los da y en quien los recibe, crean un entorno de seguridad, tranquilidad y contención. Abrazar prepara a los niños para enfrentar de forma eficiente los embates de la vida.
Virginia Satir, quien fue psicoterapeuta y trabajadora social, afirmó que necesitamos 4 abrazos diarios para sobrevivir, 8 para mantenernos y 12 para crecer. Es una especia de consuelo físico que fortalece la forma en que se percibe el entorno.
¡Recomienda ampliamente los apapachos fuertes e intensos!
Te sorprenderá conocer la ciencia detrás de los abrazos:
Al abrazar (y ser abrazados) nuestro cerebro libera las llamadas «hormonas del placer», por lo que se genera una agradable sensación de bienestar.
El estrés y los retos diarios conllevan un elevado nivel de cortisol, lo que provoca a su vez un aumento de insulina y la predisposición a la obesidad. Sin embargo, los abrazos reducen de forma inmediata los niveles de cortisol en la sangre.
Se activan los receptores de la dermis y la presión estimula al nervio vago, encargado de regular desde la presión sanguínea hasta las vías respiratorias. Por eso es que un abrazo consigue calmar a cualquiera.
Así que no pierdas la oportunidad de dar abrazos diarios a tus hijos y mejorar su desarrollo físico y emocional.