Por Ana María Esquer Coutiño
Es 8 de marzo, el Día Internacional de la Mujer. Biológicamente, es el factor más importante para la reproducción y por tanto la supervivencia de los seres humanos. Sin embargo, una mujer es mucho más que sólo sus óvulos y su capacidad reproductiva.
Las mujeres tenemos mentes, sueños y deseos que queremos satisfacer, somos inteligentes, fuertes y bellas a nuestros modos cada una de nosotras, indistintamente de si elegimos o si podemos o no reproducirnos.
¡Es algo que se debe valorar y celebrar todos los días!
El 8 de marzo no es un día para celebrar la existencia de las mujeres, sino para conmemorar a todas las mujeres que han perdido la vida en la búsqueda por la igualdad de género.
Y para entender mejor la importancia de esta fecha hay que saber un poco sobre su historia.
A pesar de que hubo revueltas por los derechos de las mujeres trabajadoras registradas desde el siglo XIX, la gota que derramó el vaso fue en 1911, cuando un grupo de mujeres trabajadoras protestaron en forma de huelga por sus derechos laborales y un salario igualitario al de los hombres.
Las más de 10,000 mujeres se habían quedado hasta tarde en la fábrica textil y fueron encerradas bajo llave por sus jefes para que no dejaran el trabajo. Un rato después comenzó un gran incendio que terminó matando a más de 140 mujeres, en donde el dueño no tuvo sanción alguna.
En resultado de esta catástrofe se creó el Sindicato Internacional de Mujeres Trabajadoras Textiles, quien, junto a la decisión de la Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, determinaron el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer Trabajadora.
Hasta que finalmente, en 1975, la Organización de las Naciones Unidas reconoció también el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer.
Por esto y todos los altercados en la historia que no se olvidan, es que este 8 de marzo no es un día que debamos celebrar, no es una fiesta, es un día de reflexión y conciencia de todo lo que nuestras mujeres han hecho históricamente para que estemos en el punto en el que estamos.
¡Pero tampoco conformarnos con lo que hemos logrado! Especialmente cuando todavía hay mucho por cambiar.
Desde los desesperantes más de 10 feminicidios diarios en México, donde, según datos del INEGI, un 70% de las mexicanas ha experimentado algún tipo de violencia a lo largo de su vida, quedando en su mayoría impunes.
¡Hasta los pensamientos sexistas y/o machistas interiorizados en cada uno de nosotros! Todas estas cosas son evitables y están en nuestras manos, y las debemos erradicar ya.
Aunque parezca que una persona no pueda hacer un cambio significativo, podemos luchar juntos y alzar la voz para que los derechos humanos de las mujeres sean cumplidos por los gobernantes del mundo.
E incluso si tú eres hombre y crees que esto no te afecta o te aporta algo, esta causa beneficiará a todas las mujeres en tu entorno, ya sea tu hermana, tu mamá, tu novia, o tu mejor amiga, pues todos queremos paz e igualdad de oportunidades en el lugar donde vivimos.
Y a pesar de la existencia miles de ramas del feminismo contemporáneo que en una cuartilla no podría explicar, esta lucha es de todos, por un mundo con igualdad de condiciones, en donde nadie deba tener miedo al salir de su casa y mucho menos en sus propias casas.
Un mundo en donde todos tengamos oportunidades de ascensos según nuestras capacidades, donde podamos vivir sin acoso, vestir como queramos, en donde utilizar el transporte público sea una utilidad y no un suplicio y en donde simplemente podamos existir libremente y seguros.
Así que este 8 de marzo, y siempre, te invito a reflexionar sobre esto, informarte y a trabajar lo necesario para lograr un cambio notable y fructuoso.