Por Psic. Anahí Guadarrama Ruíz
Para que un niño crezca y supere varios desafíos en la vida tiene que tenerse claro así mismo lo siguiente: 1) Tengo fortalezas; 2) Merezco vivir; y 3) Soy amado. ¡Aspectos fundamentales de su autoestima!
Sabemos que no existe una escuela para padres. Es muy común que al momento de disciplinar a los niños, se repliquen estrategias que fueron utilizadas con los propios padres en su formación.
O bien, en medio de la carrera contra el tiempo, los padres actúen en la corrección de sus hijos casi sin reflexionar acerca de lo que ocurre con su autoestima.
Y es que no se trata de que formemos niños hipersensibles, que con tal de «no dañarlos» se deje de llevar a cabo el rol de acompañantes y formadores.
Lo que sí es importante repasar es que existen múltiples formas de crianza y hay ciertas estrategias que tienen repercusiones mayores en la autoestima de los niños.
A continuación, te compartimos 4 hábitos que se suelen tener al momento de corregir el comportamiento de los niños y que tienen un impacto en su autoestima.
En la cotidianidad puede ser posible que como papás centremos la atención en lo que «hay por corregir», señalando el cómo se debe de hacer y priorizando sobre las ventajas y cosas que nuestros hijos pueden hacer mejor.
Ese énfasis en la debilidad puede ser imperceptible para los adultos.
Sin embargo, el mensaje que puede estar corriendo a los niños es que suelen recibir más atención a ellos frente a conductas no esperadas, travesuras y errores que cuando están haciendo las cosas «bien».
Incluso es posible que estemos reforzando conductas desafiantes y los niños recurran a ellas para recibir mayor atención.
Al vernos como adultos solemos visualizarnos frente a nuestros hijos en un rol de poder.
Somos formadores, acompañantes, pero aun sin darnos cuenta, en medio de la carrera contra el tiempo podemos soler imponer «nuestras estrategias y razonamientos».
Este tipo de crianza autoritaria, al desempeñarse en la mayoría de las situaciones, puede mermar con la confianza de nuestros hijos.
Y más allá de ello, el mensaje que les transmitimos es que sin nosotros no estarán listos para tomar decisiones por sí solos.
Se sugiere que conforme van creciendo las estrategias para repensar con ellos las posibles situaciones se pueden ir enriqueciendo y generando con ellos la reflexión sobre la responsabilidad de sus propias elecciones.
Más allá del regaño público, las cosas que nos cuentan nuestros hijos y que son «chuscas» o curiosas podrían ser motivo de charla con la familia.
Lo que usualmente no solemos darnos cuenta es que algunos niños pueden sentirse traicionados en la confianza o «ventilados» en su privacidad.
Es que aún siendo adultos cuando somos tema de plática podemos sentirnos incómodos cuando algo «privado» es tocado por otra persona en frente de los demás sin nuestro consentimiento.
Lo mismo ocurre con los niños, sería importante considerar su opinión antes de compartir alguna situación de él o ella frente a la familia.
Es probable que nuestro hijo, al conducirse inapropiadamente, sus hermanos o hasta con nosotros como padres, respondamos molestándonos con ellos y esperando un «lo siento» para poder redimirlo.
De nuevo, ¡estamos mandando un mensaje equivocado! El propósito de la disciplina no es que ellos logren decir «lo siento».
El apuntar la importancia de lo que «tiene» que decir no es corregir de manera eficiente el mal comportamiento.
Sería importante mantener la calma y hablar con él o ella para que comprenda qué fue lo que salió mal, cómo sus actos pueden perjudicar o hacer sentir mal a los demás y qué pueden hacer a continuación.
No queda duda que el desempeñar la disciplina nos implica tiempo, paciencia y mucho amor.