La familia es la primera institución que ejerce influencia en el niño, ya que transmite valores, costumbres y creencias por medio de la convivencia diaria. Por eso, ser un padre activo en la educación es prioritario.
Y se trata de la primera institución educativa y socializadora del niño, «pues desde que nace comienza a vivir la influencia formativa del ambiente familiar» (Guevara, 1996).
La educación no sólo le concierne al sistema escolar: es en el hogar donde se sientan las bases del desarrollo de los niños. ¡De ahí la importancia de su participación como padres!
Cuando los padres se involucran en la educación de sus hijos, les brindan la oportunidad de adquirir más herramientas emocionales y mentales para su desarrollo.
Si comprenden el proceso de la educación de sus hijos, pueden identificar áreas donde necesitan apoyo y, junto con los maestros, pueden diseñar un plan para superar cualquier dificultad.
Los alumnos que se sienten apoyados por sus padres tienden a sentirse más seguros de sí mismos: confían más en sus propias capacidades y en sus propias decisiones.
Todo ello se ve reflejado en un buen rendimiento escolar, el cual refuerza su autoestima y confianza, siendo fundamental para lograr un aprendizaje significativo.
Favorece el aprendizaje cognitivo dentro y fuera de la escuela, además de ayudar a ampliar la forma de expresarse y pensar.
Beneficia en aspectos importantes como el desarrollo social y personal, en la participación escolar, en la autoestima expresando sus emociones, por ende, mayor aprendizaje y entendimiento de cada situación.
Fortalece las conductas positivas dentro y fuera del aula, ayudan a generar un ambiente de sana convivencia entre compañeros, evitan conflictos y ayudan a crear soluciones ante cualquier situación.
Que los padres y docentes tengan más comunicación ayuda al alumno a sentirse más motivado en clase, mejorando su autoestima y actitud en el aula.
Los alumnos que cuentan con el apoyo de sus familiares desarrollan buenas relaciones sociales que ayudan al alumno a convivir de una manera sana.
En la escuela pueden trabajar en armonía con sus compañeros y establecen amistades con naturalidad y fluidez.
Con la participación de los padres en la educación y en el rendimiento escolar del niño, se obtienen beneficios, tanto para los padres como para el niño.
Esto frecuentemente mejora su autoestima del niño, ayuda a los padres a desarrollar actitudes positivas hacia la escuela y proporcionando a los padres una mejor comprensión del proceso de enseñanza.