Como cada año, celebramos el Día de Muertos, una tradición muy mexicana. ¿Pero es cierto que tiene un origen prehispánico? Realmente no.
Tiene lugar los días 1 y 2 de noviembre, fechas vinculadas a las celebraciones católicas de Día de los Fieles Difuntos y Todos los Santos.
Y es que con la llegada de los españoles en el siglo XVI, trajeron consigo sus propias celebraciones y, al convertir a los indígenas al catolicismo, se dio un sincretismo.
En Mesoamérica, la muerte no tenía connotaciones morales como con el catolicismo, con un cielo o un infierno.
Creían que las almas de los muertos tomaban un rumbo determinado dependiendo del tipo de muerte que habían tenido, nada que ver con su comportamiento en vida.
En la cultura nahua no existía como tal un Día de Muertos: en su calendario existían tres las fechas (veintenas) en las que se honraba a los muertos.
Se conjuntaron corrientes de pensamiento opuestas, las europeas y las prehispánicas, de cuya mezcla ha derivado en lo que conocemos hoy en día.
Muchos elementos han influido en la evolución de las actuales costumbres del Día de Muertos a lo largo de los siglos.
Fue hasta 1861 que el gobierno comenzó a hacerse cargo de los entierros en los cementerios, para ese entonces ya instalados en las afueras de las ciudades.
Desde mediados del siglo XIX se consolidó la costumbre de adornar las tumbas con flores y velas, así como visitar los panteones los días 1 y 2 de noviembre.
La clase alta acudía por las mañanas y aprovechaba para estrenar ropas negras que preparaban con anticipación, dándole relevancia a la ocasión. Los pobres iban por la tarde.
El Día de Muertos se celebra principalmente en México, aunque también ha sido adoptada en varios países de América Latina en mayor o menor grado.
En el 2008, la Unesco declaró esta festividad como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de México.
Una celebración única por sus colores y tradiciones, que llega hasta nuestros días llena de simbolismos en los que recordamos a nuestros antepasados.
¡Feliz Día de Muertos!