El Día de la Candelaria es una celebración europea que fue traída por los españoles en la época colonial.
Su origen, eminentemente católico, recuerda la presentación del Niño Jesús en el templo, y el acto de purificación de la Virgen María después del parto, a 40 días de la Navidad.
En algún momento de la celebración se encendían candelas (es decir, velas), lo que se relaciona directamente con el nombre de este día.
Sin duda fue una herramienta de catequización en la Nueva España y, desde entonces, la mezcla de culturas comenzó a transformar la celebración.
Para los mexicas, febrero era la época más seca del año y por ello lo dedicaban a Tláloc y a su esposa Chalchiuhtlicue, deidades del agua y la vida, con el fin de que los cultivos sobrevivieran.
Hacían ofrendas de mazorcas de maíz para la siembra proveniente de la cosecha anterior, pero al paso del tiempo las velas del Día de la Candelaria se fusionaron con esas tradiciones.
El maíz fue la ofrenda principal a los dioses en tiempos indígenas, así que la preparación de tamales hasta nuestros días parece que se dio de forma natural.
O quizás por mero capricho, ¿pero a quién no le gustan los tamales?
La celebración se popularizó en el siglo XIX, siendo una oportunidad de que la gente conviviera, se uniera y compartiera los alimentos.
En la actualidad, el componente religioso del Día de la Candelaria se ha visto opacado por la comida y las reuniones familiares, pero todavía es un factor de mucha importancia en algunos lugares.
Por ejemplo, en Tlacotalpan, Veracruz, o Huaniqueo, Michoacán, o el pueblo de la Candelaria en Coyoacán (CDMX), donde la patrona es la Virgen de la Candelaria y se celebra la fiesta mayor del pueblo.
¿Cuáles son tus tamales favoritos y cuántos piensas comer este 2 de febrero?